La pata de mono.
Final alternativo.
-¿Tienes miedo de tu propio hijo? -gritó-. Suéltame. Ya voy, Herbert; ya voy.
Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y la llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el cerrojo; y luego, la voz de la mujer, anhelante:
-La tranca -dijo-. No puedo alcanzarla.
El marido, atemorizado por su propio hijo, buscaba desesperadamente la pata de mono. Pero ninguno de sus esfuerzos valía la pena, no lograba encontrarla.
-Donde, donde está?????-Gritaba el marido con gran desespero.
-Ayúdame! Quieres ayudarme a abrir la tranca!- Ordenaba la señora White.
-¡Sí!¡La tengo!
-No te atrevas James*, ¡no lo hagas! Ni lo pienses.
La mujer se balanceó sobre él, deseaba quitarle esa pata de mono que tantos problemas les había traído, con todas sus ansias. Lo logró, tenía la pata de mono es sus manos, el marido yacía en el suelo debido a la patada que ella le había tenido que dar para hacerse con el talismán.
-Deseo cambiar la vida de mi marido por la de Herbert, mi hijo!
Algo sucedió en aquel instante, todo se movió. Un gran resplandor iluminó la casa de los White. ---Herbeeert!!! Estas vivo!
Así había sucedido todo, era bien merecida la reputación de aquella pata de mono. Todo deseo conllevaba un hecho aún peor. Pero en aquella ocasión no había sido así. Eso era debido a que en el mismo deseo ya se pedía un horrible hecho, el de matar a su marido.
*James no es el nombre real. He tenido que inventármelo.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario